La necedad

Lo peor es saber que los mejores días fueron engullidos por un pasado anaranjado, color atardecer. Los propios rayos del Sol, cuando acarician la silueta de las montañas ajadas, me recuerdan esos momentos de luz y felicidad sin límite. No en vano ahora me siento abandonado a mi suerte, no vacío, pero sin duda mejor hubiera sido vacío que lleno como estoy de recuerdos felices que nunca más serán.

Jamás pensé que a esta temprana edad fuera a experimentar el dolor de lo efímero, yo, tan defensor de la mortalidad, tan enemigo de la eternidad. No atisbo más que un sinsentido en mi interior: cuando más me duele la realidad, más vivo estoy y más me veo inocente, como un niño ajeno al mundo, concentrado en algo de tan poca importancia que de este modo se eleva a la categoría de lo sagrado. Este desgarro crujiente, que se desconcha y huele a sulfato, me posee y habla con mi boca. Soy yo y es el reflejo de una educación de cuyo contenido huí, nunca de su forma. Más que huir descarrilé, aunque como fue buscado por mí mismo, no debo acusarme de impune.

Pero salí rodando en busca de la vida, que pensaba que se me escurría entre las manos, creyéndome Dean Moriarty, Ulises Lima o yo qué sé quién. Con la cadencia pesada y a capella del birds flying high. Era la cima. Tan verde y tan estable. ¡Pero si recuerdo el tacto suave del musgo y las flores! Leía a Kundera, a Sartre y a Lorca, y los veía como el sentido último de un Universo al que creía pertenecer pero con el que no me identificaba en absoluto. Nunca creí mis palabras, o mejor dicho, nunca creí en la realidad.  Era el sentimiento. Si existía la vida, tenía que ser eso. Yo discutía sobre el valor de lo efímero, pensaba entender el significado de la música y el arte, de la ciencia, de mi vida y mi existencia, ¿pueden imaginarse? Creía incluso entender qué decía cuando hablaba sobre la necedad del siempre. Iluso yo. Iluso yo.

«Come in,» she said,
«I’ll give you shelter from the storm.»

La plata

Médula de espinas áurea y opaca,

sabes que no alcanzo la lluvia con mi lamento,

sabes que no corrijo la existencia con mi viento.

Sabes, caracol del diablo, que ni pirata,

ni sonata, ni el universo en movimiento,

el huracán del tren del talento, en mi vida

me dan la paz.

 

Si el sótano del espíritu es el carnaval de las ratas,

si la verdad se alcanza sin vendas ni sendas

que muestren el vacío bajo tus pies. Solo ellas,

solo mártires y plebeyas, tez serena y de plata,

las nadies.

 

Serán quien a tus cenizas

devuelvan la levedad de su ser,

la inmortalidad.

 

 

 

 

Ébano

La música vuela, se escapa por la ventana y se diluye en el mundo

como una gota de sangre en el océano.

La vida vuela, se escurre entre los dedos nocturnos

y moja con su fugacidad al resto de la humanidad,

que llora la caída de otro pétalo.

El hombre tranquilo con su bastón y alma de búho

mira el campo de Castilla, y ya no brilla,

y ya no importan las tres heridas del niño huérfano.

Si librando la esclavitud siempre llega la senectud

y las nubes van a morir al mar,

y la ceniza será en otras manos sésamo,

vive, ama y siente el fuego de la inexistencia

porque el mañana es ébano.

El insomnio

Sueño viendo, viviendo, sueño en la vida, ¿cómo será?

Sueño y despierto, embullido en un revuelto de sábanas arrugadas. Sueño en mi empeño de escapar de este extraño pequeño y rebelde. Sueño en un tiempo de paz, justicia y amor, donde las bocas vociferantes sólo sirvan para dar belleza, dar valor. Y sueño, más que el rey, más que el príncipe, sueño con la piel, con la vida y con empeño. Si bajo el vestido sólo hay polvo de estrella sueño con magia y despertar, sueño y siento en el tiempo del mundo, ¿cómo será? Sueño. Sueño y duermo.

Sueños son.

Martin_Luther_King_Jr._and_Lyndon_Johnson

Plástico

Dicen que Nietzsche estaba loco. Dicen el ser humano no puede volar, dicen que la magia no existe. Cuando me asomo por la ventana veo una tierra noble, que ha luchado por ser belleza y veo a un hombre esforzándose en destruirla por dos dinares. Veo paisajes preciosos con monstruos de cemento y paja como una mancha de vino en una corbata. Vivimos en un océano de mentira, de barro que hemos comprado a precio de oro. Mentirosos putrefactos, engañados regodeándose en la pocilga. En estos lares las morales se intercambian como cromos, el hombre es humo vacío, es un engendro sólo preocupado en música que le diga lo maravilloso que es, no en llegar a serlo. Y no, ahora esta tierra no está ocupada por nadie que la merezca, por nadie que llegue a merecer algo. Dicen de Valle Inclán, el pobre. ¡Don Latino es la idiosincrasia del hombre de hoy! Aquello que llamaban esperpento ahora es realismo. Me dan asco, me dan asco ellos y sus ideales, me da asco su bandera, su mundo. Son heces, son pus. Son de plástico ellos y sus vidas son de plástico. Sonríen como sonríe el plástico, ciegos, con el cubata en la mano y el circo en las narices. Su vida vale lo que un collar de perro.

Dicen que Nietzsche estaba loco, pero yo solo veo al maldito pulgón inextinguible.

Casualmente

«Porque es precisamente así como se componen las vidas humanas.

Se componen como una pieza de música. El hombre, llevado por su sentido de la belleza convierte un acontecimiento casual (la música de Beethoven, una muerte en la estación) en un motivo que pasa ya a formar parte de la composición de su vida. Regresa a él, lo repite, lo varía, lo desarrolla como el compositor el tema de su sonata. Ana se hubiera quitar la vida de otro modo. Pero el motivo de la estación y la muerte, ese motivo inolvidable unido al nacimiento del amor, la atraía con su oscura belleza en el momento de la desesperación. Sin saberlo, el hombre compone su vida de acuerdo con las leyes de la belleza aun en los momentos de más profunda desesperación.

Por eso no es posible echarle en cara a la novela que esté fascinada por los secretos encuentros de las casualidades (…) pero es posible echarle en cara al hombre estar ciego en su vida cotidiana con respecto a tales casualidades y dejar así que su vida pierda la dimensión de la belleza.»

Hasta los huesos

You are so beautiful,

to me.

Can’t you see?

You’re everything I hoped for.

You’re everything I need.

Solo quiero por riqueza la belleza sin rival, que nos decía Espronceda. La belleza es la meta de los hombres sabios, unos ven la belleza en la justicia, otros en una balada de Joe Cocker (que descanse en paz, si se me permite), otros en una demostración sobre hiperplanos y subespacios vectoriales. Si ¿por qué no? Veo belleza en todas partes, nos comentó Picasso. Ese paraguas amarillo iluminando una oscura escena en la estación de Farhampton, la voz de Pavarotti sobre Michel Jackson, Mariah Carey, B.B. King o Gloria Estefan… «We are the world!«, esa furgoneta dirección aeropuerto de Sofía que dejaba, tan lánguidamente, tantas historias atrás, para siempre, con mil manos en los cristales del vehículo en forma de adiós. Esa pajarita tan cuidadosamente colocada, espléndida. Lo bello es simplemente perfecto, y quiero belleza en cada instante de mi vida. El armónico paso de vallas o el vuelo de un saltador de pértiga. Quiero a Dorian, quiero ese hormigueo constante en mi barriga, esa sensación de ingravidez…

Hasta los huesos solo calan, los besos que no has dado

Los ojos brillantes de Zach Sobiech, ese tren, esas lágrimas. Calamaro recitando que si hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo. Quiero trascendencia, no quiero tiempo. Quiero esas luces que se quedan para siempre en algún lugar. Quiero esos ojos transparentes, esa mirada que te dice que estas vivo. La calle que lleva tu nombre en la ciudad del viento. No quiero esas cuerdas que te atan a la falsa realidad, no quiero la deshonestidad de plástico barato… Perder el tiempo es el mayor de los derroches. Quiero la calma del fuego y la pasión del mar en calma, y que me cale, hasta los huesos.

Quiero te quieros al viento, y abrazos gratis en todo momento. Quiero acentos, quiero colores y firmamentos. Quiero esperpento. Quiero. Sobretodo, quiero.

**

the-perks-of-being-a-wallflower

¿Leyes o personas?

El titular del juzgado de primera instancia e instrucción número 2 de Melilla ha imputado por un presunto delito de prevaricación al jefe de la Guardia Civil de la ciudad autónoma, que habría estado ejecutando ‘devoluciones en caliente’ de inmigrantes a Marruecos, práctica prohibida en la Ley de Extranjería.

Europa Press. Madrid, 15 septiembre 2014

Nací en alguna parte del desierto, en una jaima o tienda de una caravana de tuaregs que se dirigía a Hauza, según me han contado muchas veces. Desciendo de una larga familia beréber, y mi padre, Yasir Muhbahar, era uno de los hombres más respetados de la tribu. Aquí, en cambio, no es nadie. Tal vez no debimos salir del Sáhara, por muy mal que nos fueran allí las cosas.

– La democracia europea es el paraíso de la libertad. Empezaremos una nueva vida en España – me dijo antes de emprender el viaje.

Ahora no opina lo mismo, claro. Los tuaregs no somos una raza de hombres libres, y no tenemos derechos en ningún lugar del mundo. Las fuerzas marroquíes nos han ido expulsando de la tierra, y ni en las dunas del desierto podemos cabalgar tranquilos.

[…]

Estuvimos varios días dando vueltas (por Tánger), preguntando, intentando comprar un billete para cruzar el estrecho. España estaba ahí, casi al alcance de la mano. En los días claros se podían ver incluso las montañas cercanas a la costa. Nos dijeron que había gente que había logrado llegar a nado, pero era muy peligroso. Hay muchas corrientes, y el mar se traga incluso a los más fuertes.

[…]

Mi padre y yo fuimos de los primeros en saltar al agua. No hacíamos pie pero arrancamos un salvavidas del lateral de la barca y pataleamos hasta llegar a la playa. En cuanto pisamos la arena, echamos a correr a una pequeña loma que teníamos enfrente. Se escuchaban algunas sirenas. Sólo cuando alcanzamos la cumbre, nos permitimos mirar hacia atrás.

Cuatro jeeps con luces intermitentes en el techo – luego supe que eran de la Guardia Civil – rodeaban la playa. La patera se alejaba mar adentro. Se veían decenas de cuerpos braceando desesperadamente contra las olas. Conforme iban llegando a la orilla, eran detenidos. Creo que muy pocos logramos escapar. No más de diez. También estoy seguro de que unos cuantos murieron ahogados. No todos sabían nadar.

– Abdel Mahbahar, niño.

(Abdel, Enrique Páez. El Barco de Vapor, 1994)

 El Gobierno dice que España empieza tras la valla interior de Melilla y que se deriva a la Policía a quien la supera.

Europa Press. Madrid, 15 septiembre 2014

 El PSOE pide al Gobierno medidas «urgentes» para evitar la «inseguridad jurídica» de los agentes en Melilla.

Europa Press. Madrid, 16 septiembre 2014

Fernández de Mesa destaca el trabajo de la Guardia Civil de Ceuta y Melilla contra el «intrusismo violento y masivo».

Europa Press. Santander, 16 septiembre 2014

Ese intrusismo violento y masivo fuera de su engominada cabeza, fuera de sus sapientísimos libros de leyes y de sus debates sobre quién se sabe más letras y artículos de la Constitución, fuera de su concepción del mundo inmóvil y obviamente verdadera; esas cifras que llenan el CETI, esos números que se mueren en el mar… Esos son Abdel, son personas como usted y como el resto de las que habitamos por aquí. Personas, con una historia, unos valores, unas creencias, unos principios y sí, también unas ilusiones. Personas con una vida en África, vida por lo menos en el sentido biológico, que se aventuran a pasarse una noche encima de una tabla en mar abierto a probar suerte, o que se pasan 20 horas subidos encima de una valla del terror (un terror de 72 millones de euros) con policías apuntándoles, amenazándoles e incluso disparándoles bolas de goma con el amparo de un Gran Cruz del Mérito Naval con Distintivo Blanco. ¿Cómo cree usía que sería su vida para atreverse a enfrentarse a monstruos como usted?

«¡Los negros a África!… (excepto si son delanteros de mi equipo de fútbol)»

Cómo se nota que los españoles nos hemos ganado el derecho a serlo, a base de esforzarnos por nacer aquí y todo (si se dieran cuenta de que las cosas que ustedes dicen son más absurdas que esto…). Lo peor es que el trato que se les da es porque se piensa que no van a tener ninguna rentabilidad económica, se les echa de ese modo inhumano porque son números rojos en la libreta de algún politicucho.

inmigrantes-saltan-la-valla-de-melilla

Revisen por favor sus amadas leyes, que se les han perdido los derechos humanos.